Los niños de Ana.

LOS NIÑOS DE ANA.
¿Por qué Dios vota por el amor?
Es sencillo. Quién gobierna después de esta elección es la inocencia.
¿Qué mejor camino hacia el futuro? La inocencia habita en la paz.


Villavieja es un pueblo colonial. Tan viejo, que sus paredes encierran ricos tesoros empacados en vasijas de barro, cuando no saltan de baúles enterrados, muñecos que poseen las almas de quienes se venden al diablo.
La paz se viste de blanco y el espacio que comparten las aves con el transbordador espacial, en más de una oportunidad quedó teñido de rojo. Basta con recordar el color de la tiza con la que su profesora escribía en el tablero de la escuela (¡parecía tan lleno aquel tablero!)y el color del vestido de su padre, impecable, dirigiéndose a su oficina en el consejo.
- Donde imperan la ley y el orden están la salud y la educación. No lo olvides, Decía Magdalena, su madre. Pasaron por su mente imágenes de la noche anterior, del patio de la casa y de los besos cálidos que aquel hombre le diera rogando que por favor no partiera.
Poco pudo conciliar el sueño y en su pensamiento, una a una fueron quedando anudadas, arrugadas, las páginas que por unos momentos fueron el libro abierto de su vida.


Ana Había llenado ya sus maletas. También ella amaba a su padre, pero de esta manera podría vivir mejor su realidad.

Amanecía; al llamado de su madre para abordar el tren que la llevaría a la capital a continuar con sus estudios, se escuchó diciendo que no iría. Y así fue, se quedó en aquel pueblo de corrales de bahareque, burros y canoas, ilusionada en el recuerdo y el dulce sabor de unos besos ardientes y nocturnos.

Con el paso de los años, sin embargo Leo aprende del arte de las letras acuñando símbolos con el lenguaje morse, en aras de unir el mundo con un cable de teléfono, mientras Ana, en su colegio ata sonrisas y valores mientras canta el himno nacional, primero como alumna, y luego como maestra.

Las únicas hojas de papal que no llevaba contenían la ilusión de un amor que le perseguiría para herirla. Porque sin importar el tiempo y la distancia, ese sentimiento que a muchos avergüenza y a otros subyuga y quema en el deseo, alimenta el devenir y proviene de un alma inmortal que tampoco nos abandona.

El amor que a unos une a otros distancia y mientras Leo se enreda entra los brazos de Arsecio Ana inicia una carrera hacia las letras y la pedagogía, alejándose de Guillermo.  No valen serenatas y las cartas de amor, de promesas y poesía, se desvían hacia las manos de la rectora por orden de Magdalena.

Los dos jóvenes pretendientes de Leo y de Ana,  mientras tanto, amigos de la nación y soldados de la patria, por rutas diferentes pugnan con sus trabajos por el triunfo de la paz; la paz que quedó una tarde teñidas de sangre sus calles y llenas de odio las almas de los hombres, volcándose hacia los niños y las familias para dejar una huella de llanto y de dolor, huella que quedaba escrita  en la historia, como ejemplo, que llama al silencio y cual nube gris entorpece el futuro y apaga la felicidad que se siente por ser libres.

En la plaza, se arenga y se llama a la unidad con fuerza y  con rabia para levantar cual ave fénix las alas de la razón en un amanecer azul en el que gobierne el amor ¡Ya se sabe lo que buscan! atención, respeto, responsabilidad, unidad, propiedad, educación, felicidad, ocuparse en sus momentos de éxtasis, proporcionados por su calidad de hijos, de esposos y padres, de hombres y mujeres, para disfrutarlos y sobrevivir por ellos, vivir.

Les preocupa su empleo, prestar su servicio a la sociedad… el tiempo y su calidad humana. En el afán por alcanzarse, en su rudeza, atacan su presente; mueren antes de abrirse a la vida; crisálidas violentadas y tristes, capullos cristalizados y rotos, vacíos de néctar, vestigios de una raza campesina y de alfareros, sino de leguleyos y letrados que no paran de buscar su estrella.

…Huyen, mientras buscan, unos aquí y otros allá. Los primeros escriben en su piel, tatuando con sangre sus páginas en la historia y los otros esperan encontrar en esas páginas, por lo menos a la paz.
Mientras Leo hace camino, Ana busca, entre los niños y las niñas, hombres valientes que quieran caminar; y les enseña paso a paso, sin errores, entre mística y sencilla, la austeridad, el método para alcanzar la felicidad. Leo el hada mágica, blanca y hermosa; sensual, enamorada, presente, mensajero que comunica y simboliza la abundancia. Ana, el ángel que pisa y trasciende con autoridad, en alto su frente y fresco el pensamiento, vigía y guía de la gente, con el poder de devolver al mal hacia el infierno y de atraer hacia Dios las almas.

Contradictorio, como la dura piedra que afila y la suave brisa que corroe el metal. Pedacitos de cielo, lejanos en el tiempo, semillas esparcidas en diferentes caminos, criaturas que cultivan entre lágrimas y risas, la vida.

Una sola realidad edificada con un molde colonial; entre anárquica y demócrata, esquilada por sus depredadores naturales, la avaricia y el deseo de poder. Pero eso no importa cuando brilla la esperanza y cada día del calendario cuenta al paso del sol en el cumplimiento del deber.

Con el tiempo, maduros de besos, Leo y Arsecio trajeron al mundo dos hijos para agradar a Dios en su santo matrimonio. Y a una tercera, Leonor, la recibió en su seno, no parida de su vientre más si un regalo del amor. Diríase que mejor que Luis, el hijo menor de Leo, moreno, contrario a la tez blanca de su madre, Beatriz, también mágica y bella, reflejaba un parecido mejor. Un cielo azul y una sonrisa colgada con gracia en una nube, un grupo de niños como ella, un triciclo y un televisor, hacen feliz la infancia de la Gata, como la llaman, quizá por su piel llena de pecas y de manchas o por el color azul del que se devolvían las miradas.

Trece años, uno menos y uno más, perdida en el ambiente gris en el que ahoga la violencia, desatendida y sola, al igual que aquella oruga, que no pudo construir sus alas, penetrada por el pico inquieto de un colibrí sin conciencia, la niña también marchita quedó.

No hay triciclos allá afuera. La idea de una celda fría y el olor a pescado de mercado ocupan su cielo.
La historia continúa, ya sabemos que en el mundo se nace y se vive en el dolor y que el trabajo viene a llenar nuestro vacío de Dios.

En el colegio de la capital, Ana canta y sus estudiantes recitan las lecciones cual poema en el que se gloria a la tierra con sus ríos y montañas. Enseñando historia y matemáticas forja en los frescos corazones camándulas de valores y oraciones construyendo un país desde las aulas; otro pedazo de cielo; el que faltaba.

Se vienen forjando en el tiempo, en cada corazón, un aula,una nación, un templo  para los sueños y las esperanzas, un banco de suspiros y el éxito a carcajadas. Rodeados de anhelos y palabras sabias. Una modalidad de cielo cercana a Dios, de caras sucias o de mejillas limpias y sonrojadas, los otros o estos, soñadores y serenos, siempre ellos... así son los niños de Ana.

 
fin




GUILLERMO TOBÓN BORRERO
Esp. Ética y pedagogía.
























Comentarios

Unknown ha dicho que…
Los niños de Ana forman parte de la historia de Cruzana Borrero de Tobón, madre y docente, quién sale de su pueblo natal y después de estudiar docencia en la capital de la República inicia su vida profesional en el mismo colegio en que estudió, para luego retornar e instruir a los niños desde su natal Villavieja. Casada con un militar, le sigue hasta el cansancio hasta darse cuenta de que quién debe hacer su vida es ella misma y funda su propio colegio, al principio con la ayuda de su madre Magdalena Borrero Díaz, logrando un verdadero y reconocido éxito entre padres de familia y docentes. Al final es la historia de una vida normal, rodeada de problemáticas sociales que trajeron años de violencia a Colombia, presentada como ejemplar, por su carácter emprendedor y de servicio a la gente.

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