RESPONSABILIDAD Una clase de educación sexual.

En la puerta quedaron unos pocos que llegaban quizá unos cinco minutos tarde.
El día  presentaba una mañana soleada que se proclamaba  activa, frente a la disposición para recibir el nuevo conocimiento prometido con decisión correcta ante el futuro.
La oración, el llamado a lista y luego, en esta fecha de final de periódo académico, la revisión de los deberes que les permitirían retirarse a disfrutar de un largo y merecido descanso, abrio las espectativas de los pocos estudiantes que aún se interesaban por disfrutar su estadía con esmero.
Nada era normal en el aula, los presentes ya no miraron sus cuadernos y dando la espalda al profesor se dispusieron a encender los reproductores de música y video de sus teléfonos celulares, en una esquina, un joven digitaba en su interés desconocido, absorto en el descubrimiento del ciberespacio.
Los cuadernos ya no llegaron al escritorio y dicen algunos estudiantes que se quedaron en casa o que sencillamente se mojaron y en el peor de los casos, que se los robaron, quizá para venderlos y convertirlos en tiempo para las maquinitas tragamonedas u otras urgencias modernas.
El que menos, saludó al docente doblando su mano en un además novedoso que convirtió sus dedos en expresiva marioneta con un mensaje de solidaridad y rebeldía. Uno que otro entregó cumplidamente sus deberes y no faltó el patán que airadamente culpara al maestro de no haber logrado completar su trabajo ya que no le habían avisado que había que hacerlo.
¡Qué molestia!
¿Tiene que pedir el trabajo?
Bueno, es su deber entregarlo...
Si, pero ya me lo había calificado.
La verdad, en el registro no está su calificación; entregue su tarea para hoy y el cuaderno con lo visto hasta el momento, como habíamos quedado.
Ya le dije que no lo traje, seguia replicando mientras se alejaba hacia su puesto balbuceando entre dientes:
Ahhhh, este calvo hijo de puta...
Aún sin terminar la frase, pudo sentirse el silencio, se elevaron los cuadernos y en algún lugar del mundo una madre sentía un dolor agudo en el pecho.
¿un golpe bajo?
¿La reacción ingenua de un adolescente; de un joven estudiante? o el producto del espíritu de la noche que alojado en el aula de clase esperó la mañana para poseeer un nuevo cuerpo e iniciar su camino hacia sus dominios, hacia la libertad que supone el ser iguales en derechos; si ahora soy de carne y hueso como lo es usted, ¿Porqué he de rendirle respeto?
A qué temerle si en un click, encuentro lo que desde el día anterior usted preparó para traernos?
¿Porqué he de seguir sus caminos, si mis caminos son nuevos?
Y aún es más; ¿para qué le quiero a mi lado, exigiendo, si me puedo rodear de sonrisas, de miradas jóvenes y hablar todo el día de lo que en el grupo queremos?
Y amaneció otro día y las aves surcaron los cielos en busca del alimento, entre gorgogeos y chillidos, entre picotazos y vuelos ligeros.
La mañana traía en su manto hombres nuevos, jóvenes sonrientes y sinceros; traía también maestros estrenando un rostro afeitado, también nuevo y en su corazón venía estrenando a una madre que sin saberlo había muerto, pero que al regresar su hijo, al besar su frente y saludarla, había resucitado con solo verlo.

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